Diciembre mes de la Navidad

La navidad en familia de Allegra Pomilio

La Navidad para mí es el aroma de mandarinas, castañas asadas y clavo. Los gestos lentos de mi madre y mis tías, que con paciencia y cariño transmiten las recetas de mis bisabuelas. Todos los años espero con ansias la llegada de la Navidad, especialmente en nuestras mesas. La cocina, el centro indisoluble de nuestra familia, un lugar seguro donde amigos y familiares se han reunido desde tiempos inmemoriales, se convierte en testigo silencioso de cafés, almuerzos, cenas, pero sobre todo risas, juegos de mesa y mucho más.

Cada víspera, familiares de todo el mundo se reúnen en nuestra casa para celebrar. Una mesa de unas 25 personas, todas diferentes entre sí, pero unidas por las mismas ganas de pasar tiempo juntos. Sesiones interminables de mercader en la feria y bingo, típicamente acompañadas de bromas repetitivas pero siempre divertidas, y coronadas por nuestro tío Gigi que nunca deja de quedarse dormido, sentado, incluso antes de la medianoche.

Los poemas navideños, que cada año son recitados por primos y sobrinos, que se deleitan con bailes, canciones y rimas en diferentes idiomas incitados por abuelas y tías orgullosas más que nunca. Siempre he creído en Santa Claus, al igual que el resto de nuestra familia. Esta figura torpe, redonda, simpática y afable, siempre ha sido objeto de cuentos, relatos y grandes aventuras, en particular de su padre, que siempre ha sido nuestro Peter Pan. Todos los años, de niñas, escribíamos cartas interminables, decoradas con purpurina y diseños intrincados.

Como buenas hijas publicitarias, mi hermana Andrea y yo creamos anuncios reales; un poco por inclinación, un poco por estímulo. Así que de niño, más aún de adulto. La chimenea se convirtió en un pequeño banquete, donde tortas caseras, tazas de leche, pero sobre todo fruta fresca y zanahorias a voluntad, esperaban ansiosamente la llegada de Papá Noel y sus renos. Parrozzo, panettone, cacionetti y bustarduzzi, todo ordenado a la espera de ser degustado. La alegría y sorpresa de todos a la mañana siguiente, al ver los obsequios, envueltos en preciado papel de regalo y lazos de terciopelo, esperando pacientemente bajo nuestro árbol adornado.

 

 

La apertura de obsequios siempre fue seguida por el almuerzo, que, como es habitual, tuvo lugar muy tarde. Mi amado “scrippelle” o crepes en caldo de pollo, seguido de carne hervida y mayonesa casera. Un derroche de sabores, sobre todo después del "gran atracón" de la noche anterior. Cada Navidad, perfectamente imperfecta, envuelta en un ambiente de magia, asombro y cariño incondicional. Momentos grabados en mi memoria, entre los recuerdos más dulces y queridos de todos los tiempos. No sé si Papá Noel es el autor de todo esto, pero ciertamente a él le debo el deseo de creer en cosas hermosas, efímeras, a veces inexplicables, que nos permitan viajar con la mente a lugares lejanos, perdernos y perdernos. Entonces nos encontramos y creemos que es infundado ... todo es posible.


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